
02 Jun «Lucha por el Pan y la Tierra” La deshumanización en la retórica del porvenir (II parte)
Posted at 08:00h
in Actualidad, Futuro y pensamiento utópico, Ideas, Pensamiento Político
0 Comments
Jhonas Rivera Rondón
En la primera parte de este escrito titulado reflexionamos sobre el papel del manifiesto «La lucha por el pan y la tierra» en la institucionalización del enemigo en Venezuela http://ideasenlibertad.net/1579-2/ Partiendo de las ideas allí expuestas continuamos hoy disertando al respecto.
La forma de intervenir en la política varía históricamente según las circunstancias. Puede tener múltiples expresiones que van más allá del voto. En determinados momentos la actuación de ciertos agentes ha sido significativa en la constitución de las bases y fundamentos de ciertos órdenes políticos, y es así que las experiencias temporales pueden dar apertura o cierre de lo político.
En tal sentido, el pensamiento siniestro, entiéndase tanto al comunismo como al socialismo, son propuestas económicas, políticas y sociales generadoras de experiencias que predisponen a un cierre de lo político. Tal proceso es posible elucidar en los estratos históricos depositados en sus textos fundamentales. “La Lucha por el Pan y la Tierra” sirve para ahondar en la experiencia política y temporal comunista en Venezuela.
Este manifiesto escrito en 1931, se valió de la figura del enemigo para enarbolar un lenguaje político abiertamente beligerante y conflictivo, de esta manera institucionalizaba discursivamente al otro-enemigo, sirviéndole de bisagra discursiva para desplegar un conjunto de prácticas políticas subversivas contra el gomecismo y el imperialismo.
Pero la lucha no se sostenía por sí sola, había un horizonte el cual alcanzar, o mejor, el cual imitar. Entonces para los militantes comunistas en Venezuela, la mirada estaba puesta en Rusia, referente utópico exitoso después de la Revolución de 1917.
El Partido Comunista de Venezuela para estos primeros años del siglo XX, se movía en un escenario en el cual florecía una incipiente nación petrolera que crecía bajo el resguardo del régimen gomecista. En su lenguaje político albergaba la corrupta semilla que podía recrudecer el cierre de lo político en Venezuela, que se contraponía a los deseos e intereses de una sociedad cada vez más preparada y madura para una apertura democrática, tal como meses antes se había manifestado en el Plan de Barranquilla.
De tal manera, que observáremos en este balance de nuestro presente a partir del pasado, como “La Lucha por el Pan y la Tierra” articuló la forma institucionalizada del enemigo, con una determinada retórica del porvenir. En estas maniobras discursivas se desplegó un mecanismo de doble deshumanización, procedimiento que ha servido al pensamiento siniestro para su intervención en la política y perpetuación en el poder.
En búsqueda de un sueño “ya” alcanzado.
La Revolución Bolchevique significó la materialización de la utopía comunista, es así que Rusia adquiere su prestigió mundial. Por consiguiente el prestigio va acompañado de autoridad, y fue desde Rusia que se comenzó a operar más activamente en la universalización del conflicto, quienes condensaron el recetario de Marx, Engels y Lenin para dirigir la revolución proletaria, la “verdadera revolución”. De tal manera su lenguaje político adquirió un tono altamente beligerante, conllevando a exigir demasiado a sus militantes para alcanzar el horizonte utópico.
En este sentido, los comunistas modelaron un mundo donde solo existían explotadores y explotados, donde toda minoría debía ser destruida por ser potencialmente explotadora o traidora a la causa. Por lo menos así lo sugiere el manifiesto “La Lucha por el Pan y la Tierra”, y legitimaba su acción contra el enemigo con la ficción de mayoría, ya que el propósito del Partido Comunista de Venezuela seguía los caminos emprendidos por Rusia y China, países que con “más de 250 millones” de personas, eran extensos países “donde los explotadores han sido aplastados y los obreros y campesinos tienen el poder”.
Este posicionamiento en donde el otro-enemigo se deshumanizaba, al punto que exigía de los militantes la total erradicación de sus adversarios, no sólo tensionaba el conflicto contra el imperialismo, sino también contra el gomecismo, permitiéndoles hacer el siguiente panorama en la Venezuela de 1931: “La inmensa mayoría de los venezolanos son trabajadores. Los ricos son una minoría insignificante. Tan pronto como los trabajadores comprenden sus intereses de clase y se organicen tendrán el poder en sus manos.”
¡Conciencia máxima! era el deber de los militantes para alcanzar el poder en Venezuela, y así homogeneizar con la oleada roja comunista. Es así que la retórica del porvenir de dicho manifiesto se proyectó hacia la libertad y el buen vivir. De ésta manera el pensamiento siniestro no solo desvirtuaba el valor de la libertad, sino que sobrecargaba de deberes a sus militantes.
El Partido Comunista en su momento se valió de ello al prometer una utopía idílica en donde se reducía el horario de trabajo, se aumentaban los salarios y se abarataban los productos. Por lo menos esa fue la imagen de Rusia que se propagó clandestinamente en Venezuela, diciendo que:
“Los trabajadores de la Rusia Soviética trabajan actualmente sólo siete horas diarias, cada cuatro días de trabajo tienen un descanso, fuera de dos semanas de vacaciones cada año con salarios completos. Los salarios aumentan, y los precios disminuyen y no hay trabajadores desocupados. En las escuelas, colegios y universidades se da la preferencia a los trabajadores y a sus hijos y el gobierno sostiene de todo a todos los estudiantes.”
Pero lo que ocultó este manifiesto fueron las sucesivas hambrunas que tocó lidiar en tal utopía por la radicalización de su proceder, en donde se hizo de la holgazanería una razón de Estado. Pero lo que en el fondo planteó la retórica del porvenir de dicho manifiesto era un régimen político que repudiaba toda expresión de individualidad, emprendimiento y libertad, utopía comunista que desplegó toda una maquinaria de vigilancia y dependencia de las personas con el Estado.
Pero con todo, “La lucha por el pan y la tierra” tampoco dejó de ofrecer solución a las necesidades sociales y económicas que todavía aquejaban a los venezolanos durante el gomecismo, por lo que se esbozó la posibilidad de ofrecer “casas cómodas e higiénicas para los obreros, magníficos edificios para sanatorios, hospitales clubes, bibliotecas y escuelas para los trabajadores”.
Es interesante destacar que hogar, salud y educación son promesas ubicadas en el futuro, se disfraza así bienestar con dependencia. Por lo menos, el chavismo lo tuvo claro con la Misión Vivienda y la Misión Barrio Adentro. Una actualizada manera de crear nexos de dependencia del “pueblo” con el Estado. Lo que confeccionó un orden moral que menosprecia al individuo, permitiendo así la perpetuación en el poder de un buró político que se consolida gracias a la miseria de las mayorías. De ahí el rechazo a la riqueza y la individualidad, fuerza motriz de la autonomía para enfrentar al Estado.
Entonces, lo que logra develar la retórica del porvenir del analizado manifiesto es una deshumanización en el más amplio sentido, aquí ya no solo es el otro-enemigo el que carece de todo derecho, incluso el “derecho” de la vida. Sino que la sobrecarga del deber al militante revolucionario lo hace prescindir de todo derecho ante el llamado a la acción, y el siguiente llamado al combate es significativo para entender lo destructivo que es el sueño comunista: “¡A la lucha, trabajadores venezolanos! Organizaos para conquista el pan, la tierra y el bienestar de hombres libres. Derrocad la tiranía e implantad vuestro propio gobierno de clase, el gobierno obrero y campesino.”
Es así que para el militante comunista solo quedan dos opciones, la libertad o la muerte, ya que: “Si no queréis morir como esclavos, subyugados por el terror y el látigo, sin esperanzas para el porvenir, si no queréis que vuestros hijos e hijas padezcan la misma miseria y tiranía que vosotros sufrís hoy, hay que luchar para realizar el programa comunista.”
Conclusión
Estas últimas palabras contenidas en el manifiesto hacen pensar a los comunistas durante el gomecismo como manipuladores, y en otro nivel, como fanáticos, que como los describe el escritor Amos Oz, ellos: “Con frecuencia, comienza por la urgencia de vivir la propia vida a través de la vida de otro. De anularse uno mismo para facilitar la realización del prójimo o el bienestar de la generación siguiente.”
Resulta interesante que la forma institucionalizada del enemigo encontrada en el manifiesto “La Lucha por el Pan y la Tierra” expresa la total dependencia del otro-enemigo, la cual los define, y además argumenta lo justo de su causa utópica y revolucionaria. Es así, que el pensamiento siniestro en la deshumanización del enemigo, al evocar su retórica del porvenir canaliza y devuelve esa deshumanización hacia sus adeptos, que en la búsqueda de un mejor futuro, se olvidan incluso del valor de su propia existencia.
Sorry, the comment form is closed at this time.