Cayendo en el abismo del héroe. Considerando a Venezuela desde el prisma de Game of Thrones

Jhonaski Rivera Rondón

 

En agradecimientos a las azarosas tertulias que se forman con literatos e historiadores, especialmente al profesor Luis Caraballo, a Eduardo Salas y a Jorge Bejarano, cuyas conversaciones ayudaron a forjar las presentes líneas.

 

Para algunos parece inconcebible que la historia entable una relación con la ficción, pero resulta que todo relato histórico precisa de ésta última para darle riqueza a su narración, dotándola de esos recursos literarios y retóricos para enganchar al espectador, sin pretender nunca prescindir la veracidad de los hechos del pasado. Pero en ese obsesivo afán de “elevar a ciencia” a la historia, relegando así todo componente literario de su narración, hizo de la ficción sinónimo de falsedad Subestimando así el valor de la narración como medio expresivo en el que las experiencias adquieren sonoridad.

 

Entonces, considerando la narración en su más amplio sentido permite dar cuenta de los múltiples rostros que se adquiere en la finitud de la condición humana, lo que hace que nuestra reflexión histórica y política colinde lo real y lo imaginario, y es lo que se puede apreciar con Juegos de Tronos (Game of Thrones).

 

Es difícil no notar los referentes históricos de los que está cargado Juego de Tronos, que a pesar del componente imaginario que tiene su trama, no deja de expresar esos rasgos recurrentes en distintas personalidades a lo largo de la historia que van desde lo más noble de los ideales hasta las más oscuras pasiones que se despiertan cuando se involucran grandes intereses, por ello que desde Ideas en Libertad podemos analizar y reflexionar sobre las implicaciones políticas que nos puede aleccionar Game of Thrones para nuestra realidad histórica, política y social.

 

La presente labor no pretende erigirse como “novedosa” u “original”, en conversaciones casuales y en plataformas digitales he podido observar enriquecedores y serios análisis que se suscitan al hablar de Game of Thrones. Sin embargo, no podemos contarnos como la excepción.

 

Ahora bien, la filiación y desencanto que nos han dejado los personajes en el transcurrir de cada capítulo de ésta exitosa serie, nos ha involucrado en una trama en donde se entretejen intereses y se conjuran traiciones, dinámica que puede representar muy bien los rasgos más humanos y esenciales de las pugnas por el poder en distintos contextos históricos y políticos.

 

Es así que es imposible negar que Game of Thrones nos ha hecho participe y complices de cada una de las vidas que se desenvuelven en éste mundo. Acaso ¿quién no se alegró por el envenenamiento de Jeoffrey Baratheon, o, quién no se sorprendió, e incluso se lamentó por la muerte de Robb Stark y su esposa? Entonces al seguir a cada personaje, no dejan de dimanar vicios y virtudes que definen nuestra simpatía por uno y otro.

 

En la figura que nos detendremos para nuestra reflexión, y quien a cautivado a muchos espectadores ha sido Daenerys Targaryen, la madre de dragones. En el transcurso de los capítulos hemos visto los azares del destino de Daenerys, que en el transcurso de la trama de la serie, hemos presenciado como ha fraguado un kayros político, despertando así los dilemas del poder que comprometen cada decisión.

 

Al observar en perspectiva a Daenerys en lo que va de las ocho temporadas de Game of Thrones, en el fondo éste personaje manifiesta la estructura arquetípica del monomito del héroe, que según sugiere Joseph Campbell, es una magnificación del rito de iniciación, cuya narrativa parte de una separación del terruño, dando apertura a su iniciación, que significa la respuesta positiva al llamado que tiene el héroe, que a pesar de sus pesares, tiene que cumplir su propósito, para dar cumplimiento a su retorno, lo que simbolizará la instauración del nuevo orden social tras el sacrificio ritual del tirano, dotando de legitimidad al héroe como nuevo gobernante.

 

En su aspecto más esencial, Daenerys logra expresar el ciclo heroico, y quizás esto es lo que cause más atracción a éste personaje, ya que representa las más dignas cualidades pertenecientes al héroe, en éste caso de la heroína. Pero lo que termina detallando Game of Thrones, a diferencia de otras narrativas que se quedan hasta el retorno del héroe, es precisamente lo que ocurre después: La soledad del poder en el que se queda el héroe tras haber instaurado el nuevo orden social, está amenaza de caer en la perversión moral y espiritual a lo que lo expone el poder, es lo que destaca la inmanencia de la servidumbre en la libertad, dado que el paso del héroe al antihéroe es una tenue línea que se puede transgredir fácilmente cuando se tiene poder, convirtiéndose así en la encarnación del Némesis del poder.

 

Entonces, en los cumbres capítulos en que hemos seguido a Daenerys, vemos como cada vez más se va develando el oscuro rostro de la heroína al estar propensa a convertirse en Némesis del poder, condiciones a la que ha sido llevada al querer perpetuar el orden establecido por ella, en donde la desconfianza se presta a la orden del día.

 

Lo que alcanza representar Daenerys es ese abismo latente que reside en el héroe al haber alcanzado el poder, en donde también se involucran aspectos subestimados como la moral y la política, en donde el conjunto de intereses que se despiertan en la política, puede llevar, tarde que temprano, al héroe a una forma de personalismo político, tal como está registrado en los estratos históricos de la experiencia política de Occidente, en donde Heródoto en boca de Darío, expresa todo lo que involucra el sacrificio ritual al pretender superar un orden despotico, planteando que:

 

“[el] individuo, como es natural, es admirado por el pueblo; y, en virtud de la admiración que despierta, suele ser proclamado monarca; por lo que, en este punto, su caso también demuestra que la monarquía es lo mejor. Y, en resumen, ¿cómo- por decirlo todo en pocas palabras- obtuvimos la libertad? ¿Quién nos la dio? ¿Acaso fue un régimen democrático? ¿Una oligarquía, quizá? ¿O bien fue un monarca? En definitiva, como nosotros conseguimos la libertad gracias a un solo hombre, soy de la opinión de que mantengamos dicho régimen e, independientemente de ello, que, dado su acierto, no deroguemos las normas de nuestros antepasados; pues no redundaría en nuestro provecho”

 

Y precisamente en esto reside el abismo del héroe, ya que al darle una significación mesiánica a su figura, se personifica la libertad, haciendo latente así un orden tiránico donde irradia el personalismo político del héroe, y en ello, la trama de Game of Thrones ha llegado dimensionar esta experiencia política en la imagen de Daenerys: la fragilidad de la libertad (al igual que la democracia) de sucumbir a un estado servil que promueven los mesiánicos personalismo del héroe.

 

Por su lado, solo el final de la octava temporada de Game of Thrones terminará dándonos un boceto completo de Daenerys. Pero ¿qué decir de la realidad venezolana? No podemos negar que Simón Bolívar ha sido la base constitutiva de nuestro imaginario nacional alrededor de la figura ideal del héroe, estando bajo la sombre del mesianismo político, que bien supo manipular el difunto presidente Hugo Chávez Fría.

 

Si bien recordamos las campañas electores de 1998, y las sucesivas manipulaciones simbólicas que se hicieron de la figura de Chávez durante éstos veinte años de chavismo, Chávez fue representado como aquel héroe, venía a “poner orden” a Venezuela, que tras haber superado las oscuras fauces de la prisión, prueba que le correspondía pasar en el intento de abrir un mejor y nuevo porvenir a su país, para así superar una IV República que había sucumbido por la corrupción y desmanes de una clase política. Una maniquea manipulación del pasado que sirvió, y hoy día sigue sirviendo, para justificar la instauración plena de un personalismo político, que llegó alcanzar dimensiones represivas semejantes a los sistemas políticos de corte totalitario.

 

Lo real y lo imaginario no dejan de aleccionarnos, e incluso advertirnos, sobre el abismo inherente que poseen todas aquellas figuras mesiánicas y heroicas, que como todo populismo, prometen dar cambios súbitos hacia un mejor porvenir. Advertencia que puede ser aplicable a toda significación heroica y mesiánica que se le den a nuestros actores políticos, bien puede ser el presidente (e) Juan Guaido, Leopoldo López o cualquier otro, lo que debe tener en cuenta la sociedad que todo héroe exige de un sacrificio ritual, que bien puede ser consumado con el tirano, pero como bien lo demostró Chávez, el socialismo exigió un mayor sacrificio, en el que se vio envuelta toda una sociedad, de ahí el peligro del insaciable abismo del héroe que está latente, incluso en figuras tan nobles como Daenerys.

 

Imagen:

https://metro.co.uk/2019/05/02/how-many-dragons-does-daenerys-targaryen-have-left-in-game-of-thrones-9386279/

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