
12 May Reflexiones sobre el capitalismo y la economía planificada como modelos de desarrollo
Claudia Santiago
Sobre el análisis de los modelos de desarrollo económico es importante destacar que no pueden estudiarse como elementos separados de la teoría política y el contexto socio histórico en el que emergen. Es decir, que para obtener un conocimiento razonable acerca de la evolución de los estilos de desarrollo económico se ha de tener lineamientos de historia económica, historia y la economía política. Generalmente, la economía forma parte de nuestra cotidianidad, sobre todo si nos vemos afectados por las recurrentes crisis que sufren los mercados internacionales, por lo tanto, es necesario que se comprenda con mayor profundidad como se ha dado la evolución de esos modelos de desarrollo y cuáles son sus especificidades, debilidades y fortalezas. En función de lo anterior, en el breve análisis que se presenta a continuación, se abordara lo relacionado a los estilos de desarrollo capitalista y marxista y las nuevas alternativas de desarrollo.
En la comprensión de la instauración del régimen capitalista, que comienza precisamente su auge en el siglo XVIII, cuando el intercambio de mercancías a cambio de oro y plata (mercantilismo) fue suplantada por el papel moneda o dinero como pieza fundamental en el finiquito de esas transacciones. En este orden ideas, es importante considerar lo expuesto por Aldo Ferrer en su obra: Historia de la globalización, en el que se destaca que lo que actualmente conocemos como globalización, no es un fenómeno que se generó después de la década de los noventa sino hizo su aparición en el siglo XV con el auge del mercantilismo y la dinámica comercial propia de la era de los descubrimientos. Así pues, el primer teórico que explica el funcionamiento del sistema capitalista fue el escoces Adam Smith en su obra: La riqueza de las naciones. Toda persona que quiera comprender las concepciones relativas al capital, tiene que leerse obligatoriamente los clásicos de la economía política.
En este sentido, según Del Arco, (1976, p.3) se define la economía capitalista de la siguiente manera:
La economía capitalista está fundada en la economía en el predominio del capital como elemento de la producción y la creación de la riqueza con el estímulo de la obtención de beneficio, en un régimen de libertad de las fuerzas económicas y sociales y buscando un equilibrio en la ley de oferta y demanda que teóricamente se ajusta a los precios.
Como se puede apreciar, aquí se aplica la máxima de “dejar hacer” y “dejar pasar”. Es decir, los mercados se regulan a sí mismos, a través de la libre competencia y la escasa intervención del Estado. Igualmente la “ley de oferta y demanda” es la que marca los precios de las mercancías. Esos principios son los que dan origen al llamado liberalismo económico, lo que actualmente explica la economía de mercado. Es importante destacar que el capitalismo ha sido uno de los sistemas económicos más criticados, sobre todo en el siglo XIX. López (2015) hace referencia a la perversidad del llamado “capitalismo salvaje”, tras la revolución industrial (1840) los modos de producción variaron ostensiblemente, transitando del modo de producción esclavista a la producción industrial. Al comenzar los procesos de industrialización el tratamiento a los obreros en las fábricas era inhumano, mujeres y niños y obreros tenían jornadas con una duración hasta de 20 horas sin ningún tipo de beneficio. [1]
En esta perspectiva, aunque el sistema capitalista es el que ha demostrado históricamente mejores indicadores de crecimiento económico, la evolución de la sociedad industrializada, la explosión demográfica, el hecho de que tengamos una sociedad con un 80 por ciento de desarrollo urbano y un sinfín de beneficios, sin embargo, este modelo de desarrollo no se ha escapado de constantes crisis económicas y financieras. Pudiéramos citar como consecuencias negativas: el quiebre del sistema financiero global en 1939, la crisis petrolera en el año 70, la crisis financiera en el año 2008. Se puede reflexionar que no se puede extraer lo humano de la producción económica, los capitalistas se han centrado en el aumento de la productividad sin tomar en consideración al medio ambiente, las masas laborales y aquellos países que no se encuentran lo suficientemente desarrollados para competir. Los excluidos del sistema capitalista son aquellos que luchan por ser tomados en consideración y por la consolidación de un modelo económico más justo y sostenible en el tiempo.
Empezada la etapa de industrialización, el teórico alemán Carlos Marx, en su obra El Capital, analizó el sistema capitalista y expuso los modos de producción que se derivaban de éste. Hasta ahora, el pensamiento de Carlos Marx ha sido estudiado en profundidad y no solamente ha servido como herramienta de análisis para comprender la historia de la humanidad (materialismo histórico) sino también ha servido como presupuesto filosófico para sentar las bases del Socialismo y la economía planificada.
Forner y Senantes (2015) enuncian que el socialismo fue precisamente un modelo que emergió como contrapeso a la economía capitalista basada en el individualismo. Marx había anticipado que en Inglaterra estaban dadas las condiciones para romper con el capitalismo, sin embargo, fue precisamente en el atrasado imperio zarista (Rusia) donde se daría el salto cualitativo con la revolución bolchevique (1917) y se implementaría un modelo de economía planificada, proclamándose la lucha de clases contra la burguesía y los campesinos ricos (kulak). Este proceso tiene un carácter complejo, porque al instaurar la dictadura del proletariado (Todo el poder para los soviets –obreros-) se irrespetaron los derechos de los demás integrantes de la sociedad soviética. Como es sabido, en teoría las propuestas funcionan bien, pero al llevarlas a la práctica no siempre funcionan.
Los autores precitados explican que los comunistas soviéticos, primero con Lenin y posteriormente con Stalin, procuraban ajustar la economía colectivista al pensamiento marxista. En este caso no era el mercado el que se encargaba de la dirección económica sino el Estado soviético a través del partido comunista. El fin principal del socialismo era la abolición de la propiedad hasta alcanzar el estadio último del marxismo que era el comunismo. Sin embargo, pese a que la URSS se convirtió en una potencia de primer orden después de la segunda guerra mundial (1939-1945) y pasó de ser una nación atrasada de siervos a ser un país industrializado que serviría de ejemplo al mundo a través de los movimientos sindicales, se tiene que admitir que el socialismo soviético o socialismo real fue un rotundo fracaso en el orden económico y en el respeto a los derechos humanos. Esencialmente no logró deponer al capitalismo ni llegar al comunismo, pues en vez de ser el mercado el que dominaba el sistema económico fue el Estado, no se logró alcanzar la expansión de la solidaridad sino un capitalismo de Estado, tan nefasto y depredador como el capitalismo mismo. Por consiguiente:
La perspectiva protagonizada por la ex Unión Soviética nos enseña que tanta centralidad, planificación y control no fueron suficientes para evitar que cayera finalmente agobiada por el peso de su propia burocracia estatal, contaminada por una fuerte corrupción y con un sentido elitista, en aparente contradicción con los fundamentos de la doctrina comunista (Gálvez, 2015, p.3).
Un elemento importante a considerar es que en Europa, tras la segunda guerra mundial, los países que habían sobrevivido a la guerra, sobre todo en la Europa Occidental, apostaron por la social democracia, un sistema político con elementos que unían a la economía de mercado (capitalismo) y a la justicia social(socialismo). En esta perspectiva se creó el “Estado de bienestar” donde los países no solamente procuran la mejora de sus economías sino también estaban pendientes de que sus ciudadanos tuvieran una mejor cobertura de salud, educación y las actividades que les acercaran más al bienestar integral. No es casualidad que el modelo de desarrollo escogido por los países nórdicos (Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia) hayan demostrado ser los más exitosos hasta la actualidad. Pues el diseño de sus políticas económicas no excluye la ética y el factor humano. Las políticas de estos países han sido fundamentadas en la dinámica de la economía de mercado, pero con una fuerte inclinación hacía la calidad de vida de sus sociedades.
Es importante destacar que la economía mundial necesita ser humanizada, sin detenerse a pensar tanto en el modelo económico que se escoja sino colocando por encima los derechos humanos, la ética y la conservación del medio ambiente. Como consecuencia a los excesos cometidos por el capitalismo y el socialismo se creó el Club de Roma. Este Club fue fundado en el año 1968, su sede es en Suiza y tuvo como finalidad reunir a científicos y personalidades expertas en el área de economía y ambiente, para hacer una crítica a la manera de conducir la economía por parte de los gobiernos del mundo, es decir, que si no se pensaba en una forma más sostenible de producir estaría en juego el futuro del planeta y el crecimiento económico debería tener sus límites.
En función de lo anterior, en las últimas décadas ha sonado con fuerza el concepto de desarrollo sostenible. Este nace de la preocupación por la insostenibilidad de los modelos económicos imperantes hasta los años 70. Es decir, que el desarrollo económico de los países tiene que darse sin poner en riesgo el futuro de las nuevas generaciones:
El desarrollo sostenibles un concepto que aparece por primera vez en 1987 con la publicación del Informe Brundtland, que alertaba de las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización y trataba de buscar posibles soluciones a los problemas derivados de la industrialización y el crecimiento de la población. (Véase:https://www.acciona.com/es/desarrollo-sostenible/).
Cabe destacar que las principales economías del mundo: China, Estados Unidos, Japón e India, son las menos sostenibles. Sus altos niveles de contaminación son más que evidentes. Sin embargo, estos países son los que se muestran más reacios a tomar acciones en contra del calentamiento global o reducir las emisiones de dióxido de carbono (Estados Unidos al no firmar el Protocolo de Kyoto). Con esta finalidad, los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reunieron en el año 2015 para plantear la Agenda 2030, la cual insta a los países a aplicar políticas orientadas a un desarrollo integral más sustentable y sostenible, cuya única finalidad es que el ser humano sea el centro de las actividades productivas, es decir, ningún modelo de desarrollo económico ha de estar por encima de lo humano.
Hay que tomar en consideración que una transformación de la sociedad no solamente implica rebautizar al socialismo como modelo. A este sistema se le puede agregar un adjetivo atractivo, pero si en esencia, los gobiernos persisten en coartar los derechos de las minorías y coartar las libertades individuales, estaremos en presencia de una reedición de los errores del pasado. Las consecuencias de la implementación del modelo económico socialista han sido nefastas para el mundo, ese es un hecho innegable.
En la actualidad, algunos países latinoamericanos se han plegado a los lineamientos económicos del llamado Socialismo del Siglo XXI. En Venezuela donde está doctrina se adoptó de manera ortodoxa, descuidando la planificación de la economía, socavando la libertad de empresas y poniendo en entredicho los valores de la libertad individual y la económica. Hoy tenemos como resultado una catástrofe económica sin precedentes: Venezuela tiene la inflación más alta del mundo, pobres indicadores económicos que nos asemejan más a una nación del África subsahariana a un país petrolero, la crisis migratoria más profunda de todo el continente americano en su historia y una crisis humanitaria hasta ahora desconocida por la población venezolana. En este sentido, el “socialismo con rostro humano” del que tanto vociferaron los políticos chavistas no es más que otro rotundo fracaso en la implementación de los modelos de “desarrollo” socialistas. La quiebra de una nación petrolera no es más que otra cruel metáfora del apostar el devenir de una nación a la improvisación y a la adhesión irreflexiva de una ideología vetusta.
Entre los románticos de la izquierda existe la costumbre de tomar distancia de los modelos económicos socialistas que fracasan. Eso pasó con los países donde se impuso el socialismo real, sucede ahora mismo con Venezuela. Entonces los conocedores de las consecuencias de estas políticas nefastas solo nos queda reflexionar y criticar la ceguera intelectual de la izquierda que pregona las bondades de un modelo que condena a la ruina de las sociedades y al mismo tiempo escucharles decir “ese país no es socialista, el verdadero socialismo es…”
Referencias
CEPAL (2016). Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible Una oportunidad para América Latina y el Caribe. Recuperado en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40155/24/S1801141_es.pdf
Del Arco, L. (1976). El fenómeno de la concentración económica y su incidencia sobre las cooperativas. Recuperado en: https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/108828.
Ferrer, A. (2013). Historia de la globalización. Orígenes del orden económico mundial. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Fontana, Joseph (2017). El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914. S.C: Editorial digital Trivilius.
Forner, S y Heydi Senate (2015). La crisis del comunismo en Europa occidental. Entre el eurocomunismo y el colapso del bloque soviético. Recuperado en: http://rua.ua.es/dspace/handle/10045/52881.
Gálvez, E. (2014) La economía de mercado y la economía socialista. Perspectivas y fundamentos. Recuperado en: https://www.perio.unlp.edu.ar/catedras/system/files/la-economia-de-mercado-y-la-economia-socialista.-perspectivas-y-fundamentos.-texto-complementario-modulo-ii.pdf.
López, R. (2015). La maraña de conductas maliciosas que sustentan las prácticas estructurales del capitalismo financiero. Recuperado en: http://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/La-perversidad-del-capitalismo-salvaje.pdf
[1] No es sino hasta 1919 que la Sociedad de Naciones creó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la jornada laboral se redujo a 8 horas diarias.
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