
28 Mar El intervencionismo Americano en Venezuela: la doble moral de la izquierda política
Leonardo Osorio
Los venezolanos actualmente están en un contexto de lucha para deponer al tirano Nicolás Maduro que en mayo del 2018 efectuó un proceso electoral sin garantías cuyos resultados fueron desconocidos por la comunidad internacional. La situación de Venezuela en términos económicos es caótica, en el 2018 la hiperinflación fue de aproximadamente 1 millón %.
La economía lleva cinco años consecutivos de decrecimiento económico con unos niveles de escasez y pobreza altamente alarmantes. En ese escenario, en enero de 2019 el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, denuncia la usurpación de Nicolás Maduro de la presidencia y se juramenta como presidente interino mientras se logra el cese de la usurpación para luego convocar a elecciones libres.
Estados Unidos y más de cincuenta países han reconocido a Guaidó como presidente encargado y desconocen a Maduro. Especialmente la administración de Donald Trump, ha sido enfático en la necesidad de impulsar un proceso de cambio político en Venezuela, ha presionado al gobierno bolivariano con diferentes sanciones y la última ha sido el embargo del envío petrolero a los Estados Unidos y de su refinaría Citgo ubicada en suelo americano.
El gobierno de Donald Trump no descarta ninguna opción para salir del régimen madurista incluida la intervención militar. Ante tal posibilidad, esto ha provocado diversas declaraciones en América Latina y otras partes del mundo por parte de muchos intelectuales de izquierda, vinculados con tendencias de tipo marxista-socialista, donde se denuncia y condena cualquier forma de intervencionismo en el tema venezolano. Organismos como la CLASCO o intelectuales reconocidos como Noam Chomsky han difundido comunicados rechazando tales posibilidades.
Curiosamente muchos de esos intelectuales no denuncian ni declaman de la misma manera ante el intervencionismo que Cuba, China o Rusia tienen desde hace años en la nación suramericana. Venezuela es un país actualmente controlada por diferentes mafias vinculadas al narcotráfico, hay presencia de grupos del ELN, las FARC e incluso células de Hezbollah.
Ante esa situación el alegato para no intervenir no puede ser la defensa de la soberanía venezolana, porque esta se encuentra desde hace años vulnerada con el beneplácito del Estado venezolano. El tema va mucho más allá de un problema interno, ya que geopolíticamente Venezuela es un centro que sirve de puente para el narcotráfico y demás grupos vinculados a actividades terroristas.
Otro de los lugares comunes es rechazar la intervención norteamericana porque esa nación desea una vez más “robarse el petróleo y las riquezas de los venezolanos”. Es pretender retomar las tesis simplistas de la teoría de la dependencia y el neocolonialismo que tuvieron tanto auge en el siglo XX, pero nuevamente cabe la pregunta de ¿por qué no asumen la misma postura ante China o Rusia?, esos países actualmente son las naciones que se llevan la mayor parte del petróleo venezolano a través de contratos y acuerdos desconocidos para la mayoría.
Estados Unidos por su parte siempre fue fiel pagador del petróleo venezolano a través de sus empresas, quienes se acogieron a una legislación que progresivamente les fue exigiendo cada vez más mayor pago de impuestos y regalías. Pero las ideologías no se basan en hechos, sino que manipulan la realidad para vender tesis e ideas sin sustento real.
De esa forma resurge nuevamente la tesis del colonialismo americano. Muchos de esos académicos que critican el intervencionismo de EEUU viven en la comodidad de países que se acercan a modelos capitalistas, pero alaban los sistemas anti mercados donde solo asisten a eventos esporádicos, con todas las comodidades y gastos pagos sin poder vivir la miseria de esas sociedades. Es la ironía de sus planteamientos, se proponen acabar con la opresión en el mundo, pero le dan más valor a sostener sus ideologías por encima del bienestar de las personas.
Por eso en el caso venezolano, en lugar de enfocar el análisis en el proceso de resistencia de la sociedad venezolana ante una situación generalizada de empobrecimiento y un gobierno violador de los derechos ciudadanos, algunos de esos intelectuales prefieren retomar la tesis del imperialismo. Esto no resiste el más mínimo análisis, pero muchos académicos desconocen el fracaso de un modelo que muchos de ellos asesoraron y alabaron en determinados momentos.
Para no aceptar el descalabro del socialismo venezolano, se culpa a Estados Unidos de la crisis económica en Venezuela debido a las sanciones que hasta hace poco había sido solo a funcionarios particulares. Sin embargo, se oculta que la situación del país petrolero es delicada desde hace años por la aplicación de un modelo de controles y expropiaciones a la propiedad privada con el consecuente quiebre del aparato productivo nacional. Esa realidad económica no es tomada en cuenta por la izquierda política a la hora de analizar la crisis existente en el país, prefieren culpar al intervencionismo de los EEUU.
Si esos intelectuales o grupos políticos realmente estuvieran comprometidos a acabar con toda forma de opresión y dominación, no vacilarían en condenar gobiernos como el venezolano. Paul Johnson es muy lúcido cuando expone que debemos recordar lo que los intelectuales habitualmente olvidan: que las personas importan más que los conceptos y deben ser colocadas en primer lugar. El peor de todos los despotismos es la tiranía desalmada de las ideas.
De esa forma muchos sectores políticos e intelectuales de izquierda miran hacia otro lado cuando sus ideas no aportan beneficio para las sociedades. Cuando Maduro recientemente el 23 de febrero reprimió ante los ojos del mundo la población que clamaba por la ayuda humanitaria, hay silencio por parte de esos sectores politizados.
Cuando son gobiernos de derecha los que reprimen una manifestación, las declaraciones por parte de grupos de izquierda son inmediatas, en los otros casos el silencio es estremecedor. No hay realmente un criterio ético para emitir juicios, solamente hay intereses políticos e ideológicos de por medio.
Es así como se condena el intervencionismo de Estados Unidos, ante una realidad que ciertamente amenaza la estabilidad del hemisferio americano, pero callan ante la presencia de Rusia o China, lo que demuestra su doble moral permanente. El imperialismo “bueno” y el imperialismo “malo”. Ciertamente las intervenciones por lo general no son por razones humanitarias, se realizan cuando realmente hay peligros reales para ciertos intereses.
El caso venezolano dejó de ser un problema meramente nacional, pero más allá de las disputas entre las potencias, hay un pueblo que resiste y lucha ante la miseria del socialismo, esto es lo que realmente debería importarle a los sectores intelectuales y políticos que se dicen defensores de la justicia social.
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